Enrique Bernardo Núñez evoca lo que ha podido
ser el entorno inicial de Cipriano Castro en Capacho Viejo:
"Vivía en una aldea donde todos lo trataban
familiarmente. Nadie levantaba del suelo sus
pensamientos. Labraban la tierra, por
medio de sistemas
primitivos, y llevaban sus vacas al pastoreo. Sentados en la
calle, descalzos, con los zapatos puestos en los pretiles,
comentaban los asuntos locales o de la capital
lejana, donde los políticos hacían su agosto. En
realidad, era triste todo aquello". (Núñez, 1991,
28 y 29).
El propio Chávez, por su parte, rememora aquellos
primeros años en el pueblón natal, donde
nació y creció:
"Sabanetas sólo tenía tres calles de tierra a la
orilla de un río, con casas de palma y pisos de tierra y
paredes de bahareque. Nos criamos ahí vendiendo topochos y
sembrando maíz (.)
Había un gran patio lleno de frutas tropicales y de
plantas: era el
patio de los sueños".
Ambos provienen de familias numerosas y relativamente
acomodadas. Cipriano es hijo de Carmelito Castro y Pelagia Ruiz,
el padre era un hombre de
mediana fortuna y el hogar de los Ruiz era de familia bien. La
pareja tuvo ocho hijos, dos varones y seis hembras. Al enviudar
de Pelagia, Carmelito contrae nupcias con Gumersinda Moros, con
la cual tuvo, a su vez, doce hijos. Este es el numeroso entorno
familiar en el que se desenvolverá el Cabito, el
futuro Restaurador, protector celoso de su familia, y en especial
de sus hermanas, por cuyo honor, el de Florinda, fue capaz de
tirotear y herir a un pretendiente, Juan Alberto Cárdenas,
quien no cumplió con su palabra de desposarla
después de haberla embarazado.
Cipriano nació pequeño y creció
pequeño aunque de muy encumbradas aspiraciones.
El Cabito fue llamado por sus aires de grandeza, por
emular y querer ser el propio Napoleón
Bonaparte, cuando no Simón Bolívar.
Las dimensiones corporales, la limitada estatura física de El
Cabito, mote tributario del endilgado en Francia –
le pétit caporal – al emperador francés,
siempre fueron constante motivo de guasa y chacota por parte de
sus innúmeros adversarios. Eleazar López Contreras
recuerda que Castro "sostenía la cabeza y movía los
brazos a los lados; parecía que quería ganar
altura." Pío Gil, por su parte, señala que EL
Cabito andaba "como si hubiera echado raíces en
el suelo, para traer las miasmas, empinábase inexorable,
con su tipo lombrosiano."
El niño Cipriano es bautizado por el presbítero
Pedro N. Sánchez, siendo su padrino de sacramento Don
Antonio de Pablos. Tempranamente el vástago es enviado por
sus padres a la escuela para
realizar, en el propio y todavía en pie Capacho Viejo,
estudios primarios bajo la dirección del ilustrado y recto
señor Vicente Durán. Luego del terremoto que
destruyó Capacho Viejo en 1875 y originó la
fundación de Capacho Nuevo por al Pbro. José
Encarnación Montilla, Ciprianito se muda con su familia,
con la dolorosa excepción de su madre Pelagia, ya difunta,
al nuevo Capacho llamado Libertad; en
su novísima escuela es educado bajo la dirección
del valerano Dr. Federico Bazó. De acuerdo con
López Contreras, la influencia que tuvieron el trujillano
y otros educadores tachirenses sobre el inmaduro Castro fue muy
significativa en la formación del futuro Cabito:
"ilustrado por las lecturas históricas, escribía en
estilo claro y preciso, con capacidad de orador y fortuna para
expresar sentimientos y modos de pensar."
Estudios formales de secundaria en el Colegio de Varones de
San Cristóbal y menos protocolares en la ejecución
de la flauta y del violín – esas iniciales melodías
compinches del alma
núbil de Cipriano que años después El
Restaurador convertirá en danza,
cabriola, pirueta y afiebrado baile – el joven Castro es enviado
luego a la vecina ciudad de Pamplona para realizar en su
reconocido Seminario, esta
vez, estudios sacerdotales.
En su exhaustivo libro Los
Días de Cipriano Castro, el ensayista Mariano
Picón Salas ilustra a cabalidad las acciones y
conductas que llevaron primero a nuestro revoltoso joven al
seminario de Pamplona, y, luego, a su primer asilo en la siempre
acogedora localidad de Cúcuta:
"Con unos jóvenes de apellido Cacique, el adolescente
Castro había sido de aquellos bronquinosos jefes de banda
que en los campos tachirenses organizaban sancochos que
solían terminar a tiros, o raptándose a una
muchacha labriega. En los días de su adolescencia
se fijan – revelando el volcanismo de su carácter – varios hechos
significativos: su permanencia en el Seminario de Pamplona y el
duro castigo que le impone su padre, una curiosa carta al General
Antonio Guzmán Blanco, la agresión a
revólver al cura Cárdenas que no produjo mayores
consecuencias, y la fuga de la cárcel de San
Cristóbal". (Picón Salas. 1986,40). Sin embargo,
los historiadores coinciden en señalar que esta
pasantía de seminarista en Pamplona, fue muy fértil
para la formación
política y comunicadora del futuro y locuaz Caudillo.
En efecto, Picón Salas acota de nuevo: "eran
todavía los días del más hendido y
declamatorio romanticismo
colombiano, y como todos los muchachos de entonces
aprendió versos de Ortiz y de Conto; fragmentos de aquella
oratoria
pública que siempre en Colombia
prosperó con gran atuendo retórico. Si pensamos en
las frases que usará después en sus documentos
públicos, cabe imaginar que en el seminario
pamplonés además de vidas de santos y fragmentos de
Cicerón y de Horacio, debieron leerse libros de
Víctor Hugo." (Picón Salas, 1986, 41).
De regreso a la capital del Táchira, el díscolo
Castro ejerce diferentes oficios comerciales y boticarios, sin
embargo, como bien lo apunta Polanco Alcántara: "el joven
comerciante no resultó pacífico: Peleas personales,
disparos, heridas, y sobre todo la enemistad con Espíritu
Santos Morales, prefecto de San Cristóbal, lo lleva, en
1884, al exilio". Entre las más destacadas de sus acciones
de indocilidad, se registra el legendario ataque armado que el
joven revoltoso realizó contra el Presbítero
Cárdenas, lo que le valió el epíteto de
"asesino de curas". Recluido en la cárcel de San
Cristóbal, liberado en novelesca evasión por
Cacique, su amigo de lances y correrías, Cipriano, acosado
por diferentes flancos y circunstancias, se extraña por un
tiempo de la
tachirense comarca para refugiarse en la cercana
Cúcuta.
Hugo, Furia, Tribilín, el futuro
Comandante Presidente, es uno de los seis hijos varones de dos
maestros de primaria: Hugo de los Reyes Chávez y Elena
Frías. Su devoción por la familia es
grande y manifiesta. Su abuela Rosa Inés, quien lo
crió desde pequeño, tuvo una influencia decisiva en
su formación y en su concepción inicial del mundo
que después, Adán, el hermano mayor, se
encargará de encauzar por derroteros más
políticos. En efecto, la abuela
".le dio el don de la imaginación, le
enseñó poemas,
leyendas,
historias y joropos, le hizo vender topochos – variedad del
banano silvestre, recurso alimenticio de los muy pobres – y
sembrar maíz, alentó sus facultades de pintor, lo
vistió de monaguillo, festejó las cualidades
histriónicas que desplegó al tomar el
micrófono frente al primer obispo de Barinas. En sus
cartas
adolescentes
Hugo le decía <<mamita>>". (Krauze,
2008,159).
En cuanto a la situación económica de la familia
Chávez, Carlos Raúl Hernández,
condiscípulo de Hugo en bachillerato, recuerda: "Era
él un muchacho de clase media
baja, hijo de maestros. Vivía en una urbanización
de trabajadores, sin privaciones".
Luego de su formación primaria inicial en el Grupo Escolar
Julián Pino, Chávez se traslada con sus padres a
Barinas para realizar su bachillerato en el Liceo O"Leary. El
bachiller en ciernes recuerda su primera jornada en el liceo como
un día de terror, viendo con recelo pueblerino a los otros
alumnos de la mera capital del Estado,
"aquello era para mí un mundo desconocido", confirma
Chávez. Otra vez acude su compañero de liceo,
Carlos Raúl Hernández, para perfilar al
recién llegado del villorrio:
"Me llamaba la atención la cara de pocos amigos de un
zambo flaquito, que miraba de abajo a arriba, con el
mentón clavado en el nacimiento de las clavículas y
la cara llena de acné (.) apenas me enteré al
principio que se llamaba Chávez y venía de
Sabaneta, una pequeñísima aldea de unos cuatro mil
habitantes en el camino hacia Apure, Después lo
conocí en juegos de
béisbol
y era un buen pitcher zurdo." (Krauze, 2008,160).
El propio Chávez confiesa sin remilgos la pasión
que lo acompaña, desde su niñez y adolescencia, por
el béisbol: ".Yo tenía ese sueño infantil y
juvenil de ser pelotero profesional, magallanero, y por un
radiecito oía los juegos y tenía como ídolo
a Isaías "Látigo" Chávez, por el apellido,
por magallanero, y por pitcher." (Blanco Muñoz, 1998,35).
Y la pasión y la práctica del béisbol
llevaron al bisoño Chávez a ingresar a la Academia
Militar, a pesar de la abierta oposición de su abuela Rosa
Inés y de que lo habían raspado en Química en su
último año de bachillerato. Como bien lo narra el
propio aspirante a cadete:
"Pensé que ya no me aceptarían en la Academia
Militar porque ahí no aceptaban aspirantes con materias
aplazadas. Sin embargo, me llamaron para la entrevista
final (.) Luego nos mandan al Patio de Armas de la
Academia y nos reúnen a los que teníamos 1 y 2
materias raspadas pero que no habíamos aprobados los
exámenes de ingreso. En ese momento se nos dijo que el
único chance que teníamos para ser aceptados
provisionalmente era que fuéramos buenos deportistas. Al
rato comenzaron a preguntar por los que jugaban béisbol y
los primeros consultados eran los que tenían materias
pendientes (.) La primera prueba era vestirse de pelotero (.)
Comenzó de ese modo la selección
de los que salíamos vestidos más rápido (.)
Me preguntan qué juego y
respondo que soy pitcher zurdo. De seguida me pusieron a lanzar.
Pero hubo mala suerte porque yo venía de pitchar un juego
tres días antes en Barinas y sentía dolor en el
brazo y eso me llevo a perder (.) Entonces uno de los cadetes que
estaba allí y que era del equipo me dice: ven acá
zurdo, nos hace falta otro zurdo (.) Tú además de
pitchar ¿no juegas atrás, en primera base o en otra
cosa? Le contesté que jugaba primera también (.)
Recuerdo que agarré mi bate (.) el (pitcher) me
lanzó tres rectas y las tres las metí en la pared,
tres batazos muy largos, y entonces me dijeron que me anotara.
Así entre provisionalmente a la Academia por el
béisbol (.) Después repare la materia,
quedé en la Academia y se me olvidó el
béisbol como sueño, Sin embargo, una de las
primeras cosas que hice cuando salí de permiso vestido de
cadete, de azul, fue ir hasta el Cementerio General del Sur a
ponerle una velita al "Látigo" Chávez." (Blanco
Muñoz, 1998, 36 y 37).
A pesar de los rezos de la abuela e impulsado por los consejos
de su izquierdista hermano Adán, el pitcher frustrado, el
magallanero incondicional, el soñador con los estadios de
Grandes Ligas, se incorporó con ardor a sus estudios de
soldado que finalizó en 1975 obteniendo el grado de
Subteniente y Licenciado en Ciencias y
Artes Militares. Para la época, durante un viaje de
estudios al Perú, Chávez conoció de cerca la
ideología del General Juan Velasco Alvarado
plasmada en su libro La Revolución
Nacional Peruana: su manera de concebir la sociedad y la
política
comenzó a cambiar radicalmente. El pensamiento de
la izquierda latinoamericana, de Fidel y del Che Guevara,
de Allende, y la
admiración por los héroes patrios, llevaron al
futuro Comandante Presidente a formularse el mismo reto que el
joven Cipriano Castro se planteó en la Plaza
Bolívar de Capacho: llegar a ser un día como ellos,
y en especial, como Simón Bolívar el héroe
por antonomasia de ambos caudillos que no llegaron
¡hélas! a ser pelotero uno ni poeta el
otro.
De la
Música y de la Oratoria disfrutamos
El infierno está lleno de aficionados a la
música.
George Bernard Shaw
Cuanto mejor es el orador, peor es el
hombre.
(Bonus orator, pessimus vir)
Proverbio Latino
Quizás ambos caudillos han debido ser además de
poetas o peloteros, músicos, o más bien
bailarín uno, cantante el otro.
Los dos autócratas declaran su amor por la
música. Uno y otro la llevan en el cuerpo, Cipriano en las
piernas, Hugo en las cuerdas vocales: baile, danza, cabriola,
vals en el caso de Castro; copla llanera, contrapunteo, ranchera
mexicana o bolero de despecho, en lo que a Chávez
concierne. Cipriano es el Emperador y Hugo sigue siendo El
Rey.
En sus años de juventud,
Cipriano realizó estudios musicales en San
Cristóbal. De acuerdo con Luís Delgado Contreras en
entrevista
concedida al semanario La Razón en abril de 2000:
"Don Cipriano Castro había estudiado música con
los maestros: Rafael María Sarmiento y José
Consolación Colmenares. Éste último era del
pueblo de Pregonero. Castro estudió violín, tocaba
la flauta y la trompeta, y en los años del exilio se
ganaba la vida dando serenatas y tocando en las fiestas. Uno de
los personajes poco estudiados de esta época, es Obdulio
Cacique (bombardinista y músico de la Banda Los Cachacos),
quien fue su amigo hasta el momento en que por cuestiones
políticas, ambos terminan en bandos
contrarios y acaban enfrentándose en el pueblo Libertad
(.) Tanto Obdulio Cacique como Castro, fueron dirigidos por un
gordo camaleón de la época llamado Ascensión
Niño. Este señor Ascensión era Procurador
General, y había sido muy amigo de Antonio Guzmán
Blanco".
Hugo por su parte, al decir de Carlos R. Hernández, en
su mocedad barinesa era "cantante, caricaturista, dibujante,
bailarín, dicharachero, era el <<alma de las
fiestas>>". Esa vocación de animador de festejos, de
hombre centro de atención mundana, aún lo
manifiesta excelsamente en sus frecuentes e interminables
alocuciones presidenciales en las que como el Ariel del maestro
Billo Frómeta: "escribe canta diseña. y hasta le
baila ballet".
Los dos caudillos musicales se han atrevido a ejercer en
público sus dotes interpretativas. De las ejecuciones
musicales de El Cabito quedan algunos registros
secundarios como el ya comentado; de las interpretaciones de
Chávez, en estos tiempos tecnológicos, abundan
registros audiovisuales que confirman sin ambages otra de sus
frustradas inclinaciones vitales. Sus disímiles
interpretaciones de El Rey, Linda Barinas, Fiesta en Elorza, y
tantas otras chirriadas y audaces actuaciones de nuestro caudillo
del Siglo XXI, han sido dedicadas al pueblo venezolano y han
servido también de personal homenaje
a diversas personalidades extranjeras. En relación con la
actividad de cantante aficionado del Caudillo del Siglo XXI, la
Agencia Reuters reporta:
"Sin importar si es un acto público o una
reunión formal, el carismático líder
ha evocado frecuentemente canciones que marcaron su vida, incluso
dándose el lujo de improvisar en ocasiones duetos con
personalidades y otros líderes políticos. Las
conocidas 'rancheras' mexicanas han servido al izquierdista para
musicalizar su particular estilo de gobernar y su modo de
relacionarse con algunos de sus enemigos políticos, como
el anterior Gobierno de
Estados
Unidos. En una concentración en el 2005 de apoyo al
gobernante por una disputa con México,
Chávez se puso un sombrero de charro y cantó junto
a sus seguidores 'El rey', famoso tema del fallecido mexicano
José Alfredo Jiménez, además de
'México lindo y querido' y 'Jalisco'. "No soy monedita de
oro pa' caerle
bien a todos, así nací y así soy, si no me
quieren, ni modo", es una de sus melódicas citas favoritas
para responder en varias ocasiones a las acusaciones sobre
cómo maneja al país petrolero, o cuando es
calificado de amenaza para la democracia
regional. Y en estos momentos, cuando lucha intensamente por
triunfar en un referendo el
15 de febrero que elimina el límite a su
reelección, sus ganas de cantar se acentúan. En un
masivo acto de la campaña para el referendo en el oriente
del país, el robusto gobernante recordó su juventud
cuando lo llamaban "Tribilín" -sobrenombre que ha
explicado es por el gran tamaño de su pie- y evocó
a su primera novia y las tonadas de amor que le profesaba.
"Tú tenías 15 años, yo no había
cumplido aún los 16", inició la estrofa despertando
histeria entre sus seguidores. "Desde entonces soy feliz, tal
como lo soñé", continuó emulando al español
Julio Iglesias. Y ante los gritos de "otra, otra", el
multifacético dirigente llevó una seguidilla de
media docena de temas, como "Ding dong, son las cosas del amor"
de Leonardo Favio, que la multitud coreaba y aclamaba como si se
tratara del concierto de un artista pop. "Pues resulta que yo
también viví y como dice el dicho:
¿Quién me quita lo bailao?", confesó. A
finales del 2007, Chávez presentó el disco
"Canciones de siempre", una recopilación de temas
mexicanos y venezolanos que interpretó en sus apariciones
públicas, pero la producción no llegó a las grandes
tiendas ni a las listas de éxitos.
Pero no solamente en distendidos discursos
aprovecha para mostrar su afición, pese a que ha
reconocido que su ronca voz no es muy armoniosa. Tras una tensa
cumbre en República
Dominicana que culminó con la tibia resolución
de un conflicto
diplomático entre Colombia y Ecuador, el
venezolano aprovechó para cantar "Quisqueya" en referencia
al lugar que albergó la cita regional. Uno de los
episodios más comentados en su carrera artística
fue cuando unió su voz a Julio Iglesias y al entonces
presidente chino Jiang Zemin para entonar, cual tenores, "O sole
mio". Otro dueto memorable fue con su amigo y "padre", el
líder cubano Fidel Castro,
con quien entonó el tema "Venezuela",
uno de sus favoritos, luego de un amistoso juego de
béisbol.
También ha tenido ocasión de hacer dúo
con su par ecuatoriano, Rafael Correa, con quien en un acto en
Paraguay
interpretó a viva voz "Hasta siempre Comandante", dedicada
al icono latinoamericano Ernesto 'Che' Guevara. En otra
ocasión cantó "Todo cambia" con su colega paraguayo
Fernando Lugo. (.) Y como si fuera poco, los cantos patriotas no
escapan de su amplio repertorio. "El cielo encapotado anuncia
tempestad (…) Oligarcas temblad, viva la libertad", reza el
himno a la Federación venezolana del siglo XIX, que el
militar ha rescatado para tomar como consigna en su lucha contra
las clases poderosas a las que acusa de haber hundido el
país. La música tradicional venezolana no ha sido
una excepción.
El Mandatario ha puesto su voz para declamar coplas y
corríos al mejor estilo de los recios habitantes de las
llanuras, que incluso amenizan algunos de sus actos. Y es que la
música de los llanos, de donde es originario el
intrépido gobernante, ha dibujado bien su polémico
estilo. "Yo soy como el espinito, que en la sabana florea, le doy
aroma al que pasa y espino al que me menea", ha advertido en
momentos en los que se siente agredido".
Así como Chávez le gusta regalar serenatas a sus
simpatizantes, a sus aliados y enemigos, Castro disfrutaba
enormemente de las fiestas que le organizaban y, en especial, de
las que él mismo instauraba. Al decir del compositor
Sebastián Díaz Peña: "se dice que todos los
políticos aprendieron a bailar y que el país
vivió en tiempos de vals".
Son numerosos los festejos que los áulicos, los
felicitadores y aduladores del Caudillo de Capacho dispusieron
para que el Cabito danzara a sus anchas y
ejecutará los presidenciales pasos que lo consagraron como
uno de los grandes bailarines de la Historia Nacional, y como si
lo estuviera observado de cerca, don Mariano anota:
"Un como frenesí danzante, la danza como símbolo
e invitación al cortejo lúbrico, comienza a
poseerlo. Como no tiene guerrilleros que combatir, da escape a la
energía nerviosa, bailando los programas enteros
de un sarao. Pedro César Dominici (.) lo compara con un
mono cabriolante. Se tornan casi folclóricos los
pañuelos de encaje que empuña en su manecilla enana
para secarse el sudor bailarín. Con el mismo paso y pasmo
saltante, como si midiera el compás de con todo su cuerpo
peludo, baila al mismo ritmo, son poleas, valses,
cuadrillas y mazurcas. Será el agitado Dyonysios de una
trágica y triste bacanal venezolana". (Picón Salas,
1986, 215 y 216).
Entre los tantos agasajos bailables ofrecidos al
Cabito, destacan los tres bailes que en 1903 el
señor Spinetti obsequió a Doña Zoila y el
del Banco Caracas
ofrecido el 1º de octubre en honor del Presidente Castro. Un
periódico capitalino, La Prensa,
comenta este último:
"Pocas veces se ha dado en Caracas una fiesta en la cual
concuerde de la manera más admirable la armonía
social, gusto artístico y el rumbo de todos los detalles
del acto. Cuando pensamos en estas sesiones que ampara la
confraternidad nacional, que estimula el espíritu de
sociabilidad de Caracas, que adorna el gusto artístico de
quien la ofrece y que vivifica la mujer con la
luz de su alma
y gracia".
Castro no se quedaba atrás, sus saraos eran realmente
palaciegos. Dos de estos bailes, por su significación
política concitaron el interés y
comentario de la opinión
pública. El primero de ellos fue el que el mandatario
ofreció a los integrantes de las directivas de los
Bancos Caracas
y Venezuela un tiempo después de haberlos liberado de La
Rotunda, donde fueron encarcelados por su negativa a financiar el
agudo déficit fiscal.
El segundo fue el baile que Castro brindó a la sociedad
de la Victoria, ciudad que fue escenario de la derrota de la
Revolución Libertadora encabezada por Manuel Antonio
Matos, donde al decir del caudillo tachirense: "seis mil
héroes hicieron morder el polvo a diez mil mercenarios", y
que fue preparado con dedicación y esmero por el
Presidente del Estado Aragua y por el compositor Díaz
Peña, y cuyo programa fue
sometido prontamente a la aprobación del propio Castro.
Milanca Guzmán comenta. "Sin duda fue un gran baile, pues
junto a la orquesta del maestro Díaz Peña, con
cincuenta músicos estuvo presente la Banda Marcial, que
dirigía Francisco de P. Magdaleno y la Banda Castro, que
dirigía Román Maldonado".
Y es que Castro tenía una Banda Marcial creada en su
honor. Recordemos que las bandas son conjuntos
instrumentales formados básicamente por instrumentos de
viento (metales, cobres y
maderas) y de percusión, pueden ser civiles o militares.
Milanca Guzmán precisa que no hay registros exactos
relativos a la fecha de creación de la Banda Castro,
aunque sí hay elogiosos comentarios sobre su
actuación musical y acerca de su director, el compositor
Román Maldonado quien entró a Caracas junto a las
tropas del Restaurador en 1899. Sin embargo, el investigador
musical anota:
"El general Cipriano Castro se va en el vapor "Guadalupe" un
24 de noviembre de 1908. Semanas después – antes que
los agentes del Presidente encargado, Juan Vicente Gómez,
se lanzaran a las calles y viviendas de los favoritos del
régimen – uno de los músicos de la Banda
Castro, previendo sabiamente lo que se venía, se despide y
regresa a su tierra las Islas Canarias". (Milanca Guzmán,
1995,51).
Se trataba de Maximiliano R. Ochoa, Primer Cornetín de
la Banda Castro.
Es cierto que en la Venezuela contemporánea no hay una
Banda Chávez, pero el Caudillo barinés cuenta, sin
embargo, con su incondicional Grupo Madera.
Ambos caudillos también hablan, discursean, practican
desde jóvenes la oratoria, se han imaginado los dos en
plazas públicas, anfiteatros, parlamentos y tribunas
internacionales, arengando a las masas y expresando la
última y concluyente palabra.les gusta oírse.
Enrique Bernardo Núñez se imagina al mozo
Cipriano Castro cavilando:
"De tarde, en la plaza, contemplaba la estatua de
Bolívar. ¿Por qué no? ¿Por qué
no?, pensaba. Había leído algo, al azar, desde los
años mozos en su aldea. Gustaba de cierto estilo hinchado,
que trataba de imitar. Leía en voz alta, a la luz de un
candil, a veces paseándose a grandes pasos y con ademanes
nerviosos. Sabía de memoria ciertas
páginas (.) Uno de los hechos que más le
atraían era esa campaña llamada "admirable", en la
cual Bolívar, con muy poca gente, había atravesado
el país desde Cúcuta, por aquellos mismos pasos que
le eran familiares, hasta caer sobre Caracas. Pero ninguno
conocía su secreto". (Núñez, 1991, 28 y
29).
Su tocayo mexicano, Enrique Krauze, por su parte, acota sobre
el díscolo Chávez:
"En la idolatría por sus héroes, Hugo
Chávez se empeñaría en buscar contacto
directo con ellos: vivos o muertos les rendía
pleitesía y juramentos, les estrechaba la mano y se
aprendía sus discursos, los teatralizaba. Soñaba
con ellos, con ser como ellos, con ser ellos.
Quería meterse en su historia. Quería
meterlos en su historia. Quería meterlos en
su vida, en la novela de
su vida". (Krauze, 2008, 166).
Los dos caudillos, el tachirense y el barinés, recurren
intensamente a sus dotes de orador, a sus habilidades de
panegiristas, a su escondida propensión de predicadores
– ambos estuvieron dispuestos a ser sacerdotes -, a su
manifiesta vocación mesiánica para conquistar al
pueblo y convencerlo de las bondades de sus revoluciones:
restauradora una, bolivariana, la otra.
En relación con la oratoria de Castro, en su
período de novel parlamentario, Picón Salas
comenta:
"Andueza era orador y había un congreso florecido de
oradores. Castro no podrá emular con los Marco Antonio
Saluzzo, los Laureano Villanueva, los Diógenes Arrieta o
los Silva Gandolphi de aquellos días, pero buscará
los temas más demagógicos para que su presencia no
pase inadvertida. Comete con frecuencia faltas de
Gramática, aunque se precia de ser el
General venezolano de mejor ortografía (.) tartajea en algunos
párrafos, pero sabe obtener los aplausos de las barras
cuando se discute la indemnización pagada al General
Guzmán Blanco por los perjuicios de sus asaltos a sus
propiedades en los días 26 y 27 de octubre de 1899, y
cuando plantea con más ímpetu que noticias la
cuestión de límites
con la Guayana Británica (.) ¡Y la manera como habla
¡ Las consonantes finales que recalca y casi duplica,
chasquean como látigos. Aún mayor curiosidad
suscita el personaje otro día, cuando dice que: "las
cuestiones sostenidas hoy aquí con la decisión y
sinceridad que me caracterizan las habré de sostener,
también mañana, si es necesario en el campo de
batalla". "Ese gallito andino se está alebrestando
demasiado; como que no le han dado suficiente maíz",
comentan con escepticismo e ironía los más
fogueados políticos para quienes venir al Congreso es
sólo un rito anual en honor al Presidente de turno (.)
Desde el ángulo en que se le observe, es don Cipriano el
más original, para otros el más valiente de los
diputados de 1890". (Picón Salas, 1986, 48 y 49).
La capacidad oratoria de Chávez es absolutamente
reconocida tanto en Venezuela como en el exterior. Analistas
políticos y periodistas confirman sus habilidades
retóricas e histriónicas, su capacidad para
aparecer indistintamente fiero y tierno, afable y mordaz,
complaciente y combativo, armado con la cruz o con la espada
según el caso y la circunstancia
En los discursos y arengas de ambos caudillos, y en especial
en los de Chávez, están siempre presentes sus
más enconados enemigos: los lagartijos y los
escuálidos, los rangelistas y los adecos, los araujistas y
los copeyanos, los pitiyanquis y los vendepatria. Con sobrada
razón, Krauze afirma: "En Venezuela las personas no se
matan por las ideas. Pero al escuchar los ataques brutales de
Hugo Chávez contra sus "enemigos", hay que ver en esa
contención la mano de Dios".
Uno y otro han hecho suyas, en tiempos distintos, las palabras
de Thomas Macaulay cuando afirmaba que: " El objeto de la
oratoria no es la verdad, sino la persuasión."
En armas nos
alzamos
Las leyes
callan en medio de las armas.
Inter armas silent legis.
Marco Tulio Cicerón
Aislado de su terruño por primera vez en uno de esos
exilios recurrentes que parecen ser su inexorable destino, el
joven Cipriano Castro participa en novedosas intrigas; las viejas
y familiares con el Padre Cárdenas y sus hermanos Alberto
y Pedro, ya rindieron sus conocidos y negativos efectos. Ahora,
otras rencillas, las que alimentan un regionalismo dual expresado
tanto contra los centralistas caraqueños como contra el
predominio de los caudillos trujillanos, se hacen presentes en el
ánimo del guerrero en ciernes. Picón Salas
recuerda:
"El Táchira – la tierra más nueva y de
menos ejecuciones históricas de la Cordillera –
comenzaba ya a convulsionarse, y gentes tozudas, previsoras y
laboriosas (distintas de los románticos guerreros de
Trujillo y de los oligárquicos doctores de Mérida)
pedían mayor participación en la política".
(Picón Salas, 1986,35).
Cipriano Castro será uno de esos tachirenses
alzados.
El joven Castro inicia en Cúcuta amores con su futura
esposa la señorita Zoila Rosa de Martínez, y
además de soñar con ella en sus noches de insomnio,
fantasea con la idea de revivir la hazaña integradora del
Libertador Bolívar y de restaurar el ideario liberal que
los liberales amarillos habían mancillado, y, sobre todo,
poner en su sitio al Prefecto de San Cristóbal, el General
Espíritu Santos Morales, el celebre Patón Morales.
La oportunidad de hacer efectiva su recóndita
pasión de guerrero se le presenta rápidamente.
En 1885, el también exiliado doctor y General Carlos
Rangel Garbiras comanda una invasión contra el gobierno
del Táchira, en la que se alista, a sus veintisiete
años, con el grado de Coronel, el joven Castro. La
expedición es derrotada en las cercanías de Rubio
en la Batalla del Cerro Escalante. Vencidos y de regreso a
Cúcuta se planea una nueva invasión al
Táchira. En 1886, el General Segundo Prato,
acompañado por varios coroneles, entre ellos nuestro
Castro, toma por asalto Capacho. En esta acción
bélica el Coronel Cipriano Castro se destaca y
después de sus aguerridas y exaltadas actuaciones, a su
regreso al campamento, es nombrado Subjefe del Estado Mayor, para
al día siguiente en otra valerosa faena derrotar en el
propio Capacho, esta vez, al General Espíritu Santos
Morales, lo que le valió su nombramiento como General.
Esta batalla marcó el
inicio de la carrera política y militar del nuevo
Caudillo, y quedan registros de la admiración de un
desconocido compatriota que después sería su
sagrado compadre. En efecto, Juan Vicente Gómez, en esa
oportunidad expresó:
".Vi cuando Castro le quitaba el máuser a un soldado,
le zumbaba un machetazo a otro, le hacía un tiro de
revólver y lo apuntaba con un fusil: Los pelotones de
soldados enemigos lo apuntaban y le hacían descargas a
quemarropa y él se agachaba o se tiraba al suelo para
eludirlos (.) Yo creía que lo habían matado cuando
de pronto lo veía surgir por otro lado, ensoberbecido,
blandiendo el machete y gritando voces de
mando. Cuando cesó el fuego pedí una entrevista con
el Coronel Castro".
Uno de sus biógrafos resume
estupendamente la confusa situación militar y
política que se plantea en el Táchira de
entonces:
"Las luchas se desenvuelven por los lados de los dos Capachos
y culminan en algo original: el delegado del Gobierno Nacional,
general Juan B. Araujo, encargado de poner orden y haciendo uso
de su autoridad,
cambia a las autoridades locales, con lo cual da la razón
a los revolucionarios. El antiguo jefe del gobierno, Morales,
retirado oficialmente se convierte entonces en "alzado" contra
las nuevas autoridades. En esas luchas muere mucha gente y
culminan inesperadamente con Morales exiliado y con Castro en
funciones de
segundo jefe de las fuerzas del gobierno (.) Llega así el
año de 1888: "El Estado de
los Andes" previsto en la nueva Constitución de 1881, debía tener un
nuevo "gobernador" para cada una de sus secciones. El presidente
del Estado resultó ser Carlos Rangel Garbiras. Por razones
complejas, Castro, a quien sus andanzas ya habían
convertido en general, fue designado como gobernador de la
sección Táchira". (Polanco Alcántara.
1991,35 y 36)
Castro tendrá una segunda y definitiva oportunidad para
alzarse en armas, y tomar el ansiado coroto. Se trata
una vez más de una acción de armas iniciada en su
segundo exilio en Cúcuta. Castro planea su regreso al
país, organiza su particular Guerra Santa
contra los liberales infieles, ya está bueno de cartas,
billetes y artículos, de inútiles conspiraciones,
los años de la hégira castrista están por
finalizar.
El menguado contingente militar se moviliza desde la hacienda
del Cabito al otro lado de la frontera y
avanza en tierra venezolana, y lentamente la andina "guerra
santa" tomó forma, ocupó lugar, entusiasmó
primero a pocos y luego a muchos, tuvo éxitos tempranos y
sumados cabecillas, y, en especial, inevitables y decisivas
negociaciones políticas, fue conocida por la Historia
Patria como la Revolución Liberal Restauradora, a
cuya cabeza estuvo desde sus inicios Cipriano Castro al mando de
escasos sesenta hombres que "aguardaban con sus cabalgaduras y
chamarretas, ajustados los revólveres en el corredor de
Bellavista. Se les sirve café y
escancian a pico de botella el garrafancito de ron de la Ceiba".
(Picón Salas, 1986,63). Y no faltó la necesaria
arenga, la motivadora perorata, la justificadora proclama de
Castro: "Se ha consumado un gran crimen. No queda otro dilema:
esclavos renegados de nuestro pasado glorioso y de nuestros
derechos u
hombres dignos y libres."
Citemos un breve "parte de hostilidades" acerca de la evolución de esta "guerra santa", de la
asonada Restauradora que se inició el 23 de mayo de 1899
en los márgenes del Río Táchira hasta llegar
victoriosa, cinco meses más tarde, ochenta y un
días después, a Caracas, el 22 de octubre de 1899,
diez fechas después del cumpleaños 41 del General
Cipriano Castro:
"En adelante Castro realiza una campaña en la cual
destacan los siguientes hechos armados: Tononó
(26.8.1899), Las Pilas
(27.5.1899), El Zumbador (9.6.1899), Cordero (28.6.1899), Tovar
(6.8.1899), Parapara (26.8.1899), Nirgua (2.9.1899) y Tocuyito
(14.9.1989). El presidente Andrade abandona el país por el
incontenible avance del <<Restaurador>>, quien entra
a Caracas el 22 de octubre de 1899 para convertirse en primer
magistrado hasta diciembre de 1908". (Diccionario de
Historia de
Venezuela, 1997, 741).
Mientras Castro vence militarmente en los alzamientos que
comandó, Chávez resulta derrotado en el
único que dirigió.
En la madrugada del 4 de febrero de 1992, el Teniente Coronel
y un conjunto de jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas
– los llamados comacates, acrónimo de comandante,
capitán y teniente – se alzan en armas contra el Gobierno
Constitucional de Carlos Andrés Pérez. El propio
Comandante Chávez comenta que fue lo que los condujo al
fracaso:
"Los planes y la acción sobre Maracaibo, Maracay y
Valencia marcharon a la perfección, y San Juan de los
Morros y el Campo de Carabobo también. Todo eso
funcionó a la perfección. Claro, Caracas era la
capital y el centro del poder (.) Y el
plan de
movilización que era un plan especial de dos batallones de
paracaidistas sobre Caracas funcionó a la
perfección. Claro, llegamos, te repito, como dar un salto
y en lo que vas a aterrizar no consigues la pista, te fuiste al
vacío. Yo no pude desarrollarla ¿Cómo? Sin
comunicación, pero ni siquiera con las
tropas más cercanas, sin saber lo que estaba pasando en el
Zulia, en Maracay, sin saber lo que estaba pasando en la misma
Caracas. Una confusión terrible, una incertidumbre total.
Allí el plan comenzó a desmoronarse como una
mazorca y a caer en el suelo, hasta que amaneció y ya no
había nada que hacer (.) Mucha gente dice que fui un
cobarde. No, yo no soy un cobarde: En toda operación
militar tú tienes el derecho de replegarte. Atacas y te
repliegas. En todo caso optamos por la rendición y esa fue
la decisión que tomamos". (Blanco Muñoz, 1998, 224
y 226).
Los detalles de la rendición del Teniente Coronel
Chávez en el Museo Histórico Militar son harto
conocidos, aunque como bien comenta Krauze
"Un golpe de suerte, no de Estado sino de azar,
transformó su derrota en victoria. El general Ochoa Antich
le ordenó aparecer en televisión con un llamado a la
deposición de las armas (.) Chávez no
desaprovechó la oportunidad de <<editar > su
realidad presente para producir su futura victoria. Se
acicaló, se colocó la boina roja de su
batallón de paracaidistas, y con perfecta calma, cuidada
dicción y tono exacto – como en sus tiempos de
locutor y maestro de ceremonias en concursos de belleza –
pronunció un mensaje en vivo de sólo 169 palabras
en el que saludaba cortésmente al pueblo venezolano,
llamaba a la rendición a sus compañeros y, como un
MacArthur del trópico advertía: "Lamentablemente,
por ahora, los objetivos, que
nos planteamos no fueron logrados (.) vendrán nuevas
situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente
hacia un destino mejor". Quizá sin saberlo, escenificaba
una página extraída de Curzio Malaparte en su
clásica Teoría y práctica del golpe de
Estado (1931): tomar los medios para
comunicar desde el primer momento la impresión de un hecho
consumado, irreversible y feliz, hacia tiempos mejores". (Krauze,
2008, 149).
El futuro Comandante Presidente expresaba a la vista y
oídos de todos, ante un país desconcertado su
celebrado por ahora:
"Primero que nada quiero dar buenos días a todo el
pueblo de Venezuela, y este mensaje bolivariano va dirigido a los
valientes soldados que se encuentran en el Regimiento de
Paracaidistas de Aragua y en la Brigada Blindada de Valencia.
Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los objetivos que
nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir,
nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder.
Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo
de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el
país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino
mejor. Así que oigan mi palabra. Oigan al comandante
Chávez, quien les lanza este mensaje para que, por favor,
reflexionen y depongan las armas porque ya, en verdad, los
objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que
los logremos por ahora. Compañeros: Oigan este
mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les agradezco su
valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y
ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento
militar bolivariano. Muchas gracias".
Al exilio y al
calabozo fuimos
La imaginación abre a veces unas alas
grandes
como el cielo en una cárcel grande como
la mano.
Louis Charles Alfred de Musset
Cipriano Castro sufrió un triple exilio y cárcel
un par de veces: murió fuera de su patria; Hugo
Chávez, por su parte, experimentó también
una vez el calabozo en tierras venezolanas.
Para ambos, el severo castigo del exilio y el de la
cárcel los llevó a profundizar en sus ideas y
propósitos revolucionarios, y a perfilar un plan de
acción para hacerse más tarde con la Presidencia de
la
República.
Al primer exilio en Cúcuta del joven Cipriano, luego de
su fuga de la cárcel de San Cristóbal por el
atentado a los Cárdenas, ya nos hemos referido. Toca ahora
comentar las razones que lo condujeron nuevamente a Cúcuta
a un fecundo y largo exilio de siete años.
El novel y pequeño diputado Cipriano Castro, el
gallito andino, como también han de llamarlo sus
detractores, vestido con su jipijapa provinciano, con sus
ajustados pantalones, con su pesada leontina y su levita gris, se
reúne y conspira en Caracas con los anti – guzmancistas
contra los defensores del anquilosado Liberalismo
Amarillo. Se une el ahora ensalzado congresista a las tertulias
vespertinas donde participan los Generales Julio Sarria, Jacinto
Lara, Juan Pietri, se hace cercano a don Domingo Antonio Olavaria
y a muchos otros personajes de relevancia en la política
caraqueña (Ramón
Ayala, Gregorio S. Riera, José A. Velutini, Manuel Antonio
Matos, Laureano Vallenilla, Alejandro Urbaneja, entre otros), y
se constituye en una especie de alter ego de su mentor
Santiago Briceño. Igualmente, se hace decidido seguidor
del doctor Raimundo Andueza Palacio. Ramón J.
Velásquez recuerda que: "En 1892, el empeño del
Presidente Andueza Palacio de permanecer en el poder divide el
liberalismo amarillo en continuistas y legalistas, y Castro se
proclama anduecista".
Esta proclamación de intenciones, esta toma de postura
a favor del continuismo de Andueza en la Presidencia de la
República, va a tener importantes repercusiones para el
novel diputado que regresará bruscamente a sus viejas
andanzas de valeroso guerrero.
Al proyecto
continuista de Andueza Palacio reacciona prontamente el General
Joaquín Crespo, quien se pone al mando de la
Revolución Legalista para combatir la reforma de la
Constitución que extendería el período de
gobierno. El Presidente Andueza, ante la amenaza armada, nombra a
Cipriano Castro Jefe de las Fuerzas del Gobierno en
Táchira, quien parte de la Guaira a Maracaibo provisto de
hombres y de un generoso parque. Un sintético y vivaz
"parte de guerra" nos informa con detalle de lo ocurrido desde la
llegada de Castro a Maracaibo hasta su decisión de
exiliarse de nuevo en Cúcuta:
".supo de que en el Táchira había estallado el
movimiento legalista; y en Puerto de Guama que los conservadores
trujillanos, al mando de Eliseo y Pedro Araujo, habían
tomado San Cristóbal sin que el Gobernador Cayo Mario
Quintero hubiera asumido su defensa. Ignoraba que éste,
escoltado por fuerzas militares al mando del General José
González, había resuelto partir hacia Colón
para encontrase con él". Castro."en el trayecto se
informó que Colón estaba siendo atacado por
trujillanos. Apresuro la marcha y en la mañana del
día siguiente llegó a Colón en momentos en
que se combatía fuertemente. De inmediato se puso al
frente de la situación y en EL Topón logró
derrotar los 2000 hombres del ejército trujillano, cuyos
restos huyeron hacia Mérida (.) Castro trasladó el
parque; y cuando se enteró que Espíritu Santos
Morales, partidario de Crespo, había salido de Trujillo,
al mando de un ejército compuesto de 1500 soldados,
procedió a acopiar elementos para la defensa de San
Cristóbal. Cuando Morales llegó resistió sus
acometidas e impidió que tomará la ciudad (.)
Castro se impuso y derrotó a Morales, quien huyó a
Mérida (.) Castro siguió a Mérida para
reunirse con los Generales José María Gómez,
Delegado Nacional del Gobierno del Presidente Andueza, y Diego
Bautista Ferrer, quien a su paso por Trujillo había
derrotado a las fuerzas legalistas. Conferenció con ambos
oficiales y les propuso unificar los ejércitos para seguir
hacia el Centro a combatir a Crespo, pero éstos
resolvieron consultar la opinión del Presidente de la
República (.) éste le informó a Castro que
el Gobierno contaba con suficientes elementos para derrotar la
Revolución Legalista y le ordenó regresar al
Táchira y esperar nuevas instrucciones, Castro
llegó a San Cristóbal y decretó la
autonomía política de de la Sección. Luego
apoyado por un movimiento de opinión, se encargó de
la Gobernación, desde cuya posición se
dedicó a esperar el resultado de los acontecimientos.
Entre Agosto y Noviembre de 1892 ejerció el cargo, hasta
que finalmente Andueza fue derrocado". (Rodríguez
Durán. 1998, 160 a 162).
Uno de las primeras disposiciones del nuevo Gobierno de Crespo
es decretar el enjuiciamiento de Andueza Palacio y sus más
cercanos colaboradores, incluyendo a Cipriano Castro, quien huye
y se destierra en el fundo Bella Vista cercano a la
Villa del Rosario. Su segundo hombre al mando en esta corta
campaña militar contra los legalistas, Juan Vicente
Gómez, se asila también en Cúcuta, en un
fundo colindante con el de Castro, al que llamó Buenos
Aires. Se profundiza una relación de amistad y afecto
entre estos dos compadres que la ambición por el poder
político ya se encargará de demoler.
Son siete largos años de exilio (1892 – 1899) en
los que Castro se encarga de afinar su pensamiento restaurador y
de profundizar sus relaciones con los diversos jefes liberales
continuistas asilados en Curazao, Nueva York y París.
Cartas, esquelas, misivas, mensajes, en fin, todas las formas del
género
epistolar serán el medio privilegiado por el
Cabito para transmitir sus idas y arraigar su liderazgo.
En 1893, Castro, aprovechando la amnistía acordada en
la nueva Constitución, sale a Caracas para conversar con
el Presidente Crespo acerca de la situación de sus
protegidos Andes. Pero Crespo, escasamente interesado en las
propuestas y consideraciones del exiliado lo hace esperar por
largas horas en la antesala de su despacho presidencial en la
vieja casona de Santa Inés, y, finalmente, le concede una
corta y cortés entrevista, luego de la cual comenta a sus
allegados y aduladores: "Ese es un indiecito que no cabe en su
cuerito".
En 1895, Castro viaja a Curazao para participar en una
abortada invasión contra Crespo, organizada por
José Ignacio Pulido y Ramón Ayala. Decepcionado de
las intrigas y de las rivalidades entre los continuistas, regresa
a su abandonada hacienda cucuteña para continuar
redactando sus innumeras cartas y más tarde sus encendidos
artículos de prensa en el
nacionalista e antiimperialista periódico El
Venezolano.
Desesperado Crespo ante el creciente fracaso de su gobierno,
llama al General Manuel Antonio Matos para que organice la
vacilante administración
pública. Matos a su vez, por instrucciones de Crespo,
invita a Castro a participar en el reformulado gobierno
crespista, ofreciéndole la Aduana de
Puerto
Cabello, la que airado rechaza para demostrar que no siempre
"dádivas quebrantan peñas". En realidad, Castro,
como ya lo había expresado al propio Presidente, aspiraba
nuevamente a la Gobernación del Táchira, la que,
por supuesto, Crespo no tenía ningún interés
político en otorgársela.
En 1897, elecciones presidenciales en puerta, Castro se
pronuncia por la candidatura de Carrillo en contra de la de
Ignacio Andrade, escribe sucesivas cartas públicas
criticando la intervención de Crespo en la
selección del candidato presidencial del partido liberal
amarillo y proponiendo la convocatoria de una convención
nacional para la escogencia del candidato de entre las
precandidaturas de Andrade, Castillo, Arismendi Brito, Tosta
García y Rojas Paúl. A las cartas públicas y
a las peticiones de dialogo y
entendimiento de Castro, Crespo comenta una vez más: "el
indiecito no cabe en su cuerito". En el calor del
debate
electoral, Domingo Antonio Olavaria, viejo contertuliano del
exiliado, propone el nombre de Cipriano Castro como eventual
candidato presidencial de consenso.
Decepción tras decepción, el Cabito
continúa con su trabajo
político, arrecia su nacionalismo
– su antiimperialismo -, escribe y organiza comités
de apoyo en el Táchira, una Liga de Occidente, se
percibe presidenciable, propone un nuevo partido, El
Democrático, un nuevo periódico, El
Demócrata, y comienza sobre todo a sentar las bases
organizativas de la futura Revolución Liberal
Restauradora, la de los sesenta hombres.
Chávez, por su parte, luego de su fallida asonada
militar, se rinde sin condiciones en el Museo Histórico
Militar, y después de una breve alocución
televisiva y su por ahora emblemático, es
condenado a prisión; la sentencia la cumple en la
Penitenciaria de Yare. Nada mejor que la palabra del propio
Comandante preso en esta emblemática misiva para entender
mejor lo que se estaba pergeñando como proyecto
revolucionario:
"Del Terrorismo de
Estado a la Guerra Civil Hugo Chávez Frías
Prisión de Yare (Venezuela), julio de
1992 1. El sistema
perdió su equilibrio
estructuralLa jornada patriótica del 4 de febrero
imprimió un efecto de aceleración a la crisis
estructural que el sistema
político venezolano ha venido experimentando en los
últimos años (.) Hasta ese día, el mecanismo
hemostático había venido funcionando en el interior
de un sistema profundamente afectado en su propia médula.
Un proceso
permanente de retroalimentación permitía a los
sectores poderosos mantener bajo regulación los
estremecimientos recurrentes que azotaban al sistema (.) Tal
mecanismo fue roto violentamente en pocas horas, para generar un
proceso de autopropagación expansiva que avanza con la
fuerza de los
huracanes, motorizado ahora por la acción popular y el
empuje de diversos actores sociales (.) Esto conducirá
inevitablemente a otro proceso histórico cuyos signos ya se
anuncian en, un horizonte muy cercano: la transformación
estructural del sistema (.) Las fuerzas detentadoras del poder
político y económico pretenden, sin embargo,
desconocer estas leyes históricas, cuya marcha es ya
irreversible (.) De manera que, en su empeño
antihistórico por retornar a un equilibrio ya
inalcanzable, los grupos dominantes
han recurrido a un arma cuya aplicación producirá a
nuevas situaciones expansivas.
II. La represión indiscriminadaSi
bien es cierto que el Estado organizado por la sociedad civil,
recibió en delegación el derecho al empleo de la
violencia, es
necesario aclarar, sin embargo, que tal recurso debería
aplicarse precisamente para asegurar la consecución de los
fines supremos del grupo social y nunca en contra de sus
intereses (.) Este señalamiento adquiere mayor profundidad
cuando se trata de un Estado que se llama a sí mismo
democrático, obligado por esencia a satisfacer las
expectativas de las mayorías nacionales, a las cuales esta
obligado a servir, so pena de perder su propia razón de
ser y de estar (.) La secuencia situacional evolutiva detallada
ha marcado ya definitivamente el curso de la Venezuela de hoy, en
apenas 5 meses de la época post 4-F (.)Para resumirlo en
pocas palabras, el sistema político venezolano
perdió su estado de equilibrio, cayó en un ciclo de
autopropagación expansiva y reclama imperiosamente una
transformación estructural (.) Las fuerzas del poder no
ceden; parecieran no entender esta dinámica y se atrincheran tercamente tras
el empleo indiscriminado de la violencia represiva.
III. La violencia ilegítimaEl arma
represiva utilizada con tales fines, adquiere un carácter
completamente ilegítimo (.) La violencia aplicada se ve
revestida de un manto claramente político, lo cual viola
los mas elementales principios de la
democracia (.) El Estado ha venido acumulando fuerzas y no duda
en su empleo contundente, dramático, sobre la sociedad
civil (.) El Presidente de Venezuela y su Ministro del interior
han puesto en acción dichas fuerzas, de tal manera que
sobre la angustiada población venezolana se ha desencadenado un
auténtico TERRORISMO DE ESTADO, escondido tras una careta.
Las fuerzas policiales, paramilitares y un sector reconocible del
estamento militar, se han convertido así en simples pero
terribles guardias pretorianos, sostenedores de un régimen
ilegítimo y desviado del verdadero rumbo que adquiere la
nación.
IV.- La guerra civilAnte tal estado de
cosas, sobreviene la confrontación interna del mismo
sistema. Las fuerzas que pugnan por la transformación
irán
radicalizándose y asumiendo claras posiciones de lucha,
obligadas por una disyuntiva de existir o perecer (.) Se inicia
asimismo, en este lado del escenario, una acumulación de
fuerzas transformadoras que van siendo encarriladas por una sola
vía. La escalada del conflicto y su desencadenamiento en
una guerra civil, fratricida, pero justa y legítima (.) El
Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 manifiesta al pueblo
venezolano su disposición a contribuir en la
búsqueda de una salida pacífica al laberinto (.)
Invocamos la voluntad soberana para la realización de un
FORO NACIONAL con
representantes genuinos de los diversos sectores sociales,
políticos, económicos y militares del país
(.) Un foro cuya instalación debe coincidir con la salida
del actual Presidente de la República y la inmediata
conformación de un gobierno de transición: LA JUNTA
PATRIÓTICA BOLIVARIANA, para un gobierno cívico-militar
de salvación nacional (.) Asimismo, debe convocarse a la
elección de una asamblea nacional constituyente, de
profunda raigambre popular (.) Con estas acciones
políticas se abriría el cauce hacia un nuevo
modelo de
sociedad, original y solidaria (.) Y hacia un nuevo sistema de
gobierno con las características de aquel delineado por
Simón Bolívar en Angostura (.) El sistema de
gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de
felicidad posible, mayor suma de seguridad
social y mayor suma de estabilidad política (.) De
esta manera, se evitaría un proceso de violencia colectiva
que llenaría de sangre la sufrida
patria bolivariana (.) Si esto llegase a ocurrir, la historia
señalaría implacablemente los responsables, CIEGOS,
SORDOS INSENSATOS. POR AHORA Y PARA SIEMPRE!!!!!!HUGO
CHÁVEZ FRÍASCOMANDANTE MBR-200Yare, julio de
1992"
Ambos caudillos pusieron en práctica sus ideas
revolucionarias y sus consideraciones políticas al momento
de asumir por vías diferentes – las armas y el voto
– la Presidencia de la República de Venezuela.
A la Presidencia
de la República llegamos
El gobierno no se ha hecho para la comodidad
y el placer de los que gobiernan.
Honoré – Gabriel
La historiografía venezolana es pacífica en
señalar que los inicios de la Revolución
Restauradora de Cipriano Castro hay que buscarlos en la
reacción contra la ineficiencia y el debilitamiento
progresivo del gobierno de Ignacio Andrade. En efecto, se
señala que el régimen andradista se desestabiliza
lentamente debido entre otros factores al principalísimo,
a la pérdida física del principal apoyo de Andrade,
el General Joaquín Crespo, quien fallece el 16 de abril de
1898 en la Batalla de La Mata Carmelera, cuando enfrentaba las
fuerzas insurrectas del General Hernández, el
célebre Mocho. Rodríguez Durán
expresa que "su trágica desaparición
significó una verdadera desgracia nacional, enlutó
al país y abrió camino para el caos absoluto. En
ese momento El Taita era el máximo caudillo civil
y militar de Venezuela".
A esta pérdida fundamental se suman otras
circunstancias no menos importantes: la disminución de los
ingresos
fiscales y las crecientes presiones de los gobiernos extranjeros
para el pronto pago de la deuda extranjera contraída por
la Republica. Además, desde la perspectiva de Castro, se
añade el decreto de la reforma constitucional del 22 de
abril que intenta, en perjuicio de la
organización político – territorial
existente, devolver las "autonomías históricas" a
ciertas regiones del país para crear un total de veinte
estados.
Bajo la enseña "nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos
procedimientos", el Presidente Castro inicia su
mandato en 1899 designando – paradójicamente – un
gabinete ministerial integrado en su totalidad por rancios
protagonistas del combatido Liberalismo Amarillo, sin ninguna
participación del grupo andino que lo
acompañó en su gesta restauradora. Ya el General
José Ignacio Pulido, nuevo Ministro de Guerra, se lo
había advertido tajantemente: "Muy mal hecho Cipriano. Muy
mal hecho". La reacción ante estos nombramientos no
provino – extrañamente – del grupo de andinos sino
del General nacionalista Hernández, El Mocho;
quien al ver designados como ministros en el gabinete en estreno
a sus tradicionales enemigos políticos, rompió su
nombramiento como Ministro de Fomento y se volvió a alzar
en armas, esta vez contra el iniciado Gobierno de Castro.
Ya el Cabito había tenido experiencia como
gobernante, a sus recién estrenados 30 años de
edad, Cipriano Castro, en esos albures de la vida, es escogido
Gobernador de la Sección Táchira del Estado de Los
Andes. Sintetiza Gerson Rodríguez Durán:
"Al caer el Régimen Guzmancista Espíritu Santos
Morales fue depuesto de la Gobernación del Táchira
y el General Francisco Alvarado, Presidente del Gran Estado de
Los Andes, sustituido por Carlos Rangel Garbiras. Este
pretendió imponer a Gregorio Noguera como Gobernador; pero
de inmediato se formó un Comité de apoyo a la
elección de Castro, presidido por el doctor Santiago
Briceño Ayesterán. A finales de 1887 Castro fue
electo Gobernador y reconocido como tal por el Presidente
Francisco Rojas Paúl". (Rodríguez Durán.
1999, 155).
Por dos largos e intensos años, interrumpidos por una
breve ausencia temporal, permanece el futuro Restaurador
al frente de la Gobernación. Sus realizaciones son
reconocidas por la comunidad
tachirense y por la nacional, y por futuros historiadores y
compiladores.
Ramón J. Velásquez expresa:
"El gobernador Castro realiza una labor administrativa que
consolida su prestigio regional. Reclama los títulos de
propiedad para
las comunidades indígenas de Capacho, pide al gobierno
nacional caminos que unan al Táchira con el resto del
país promueve una encuesta en
donde pregunta a los notables de la región si como
gobernador ha atropellado los derechos de algún ciudadano.
Finalmente un conflicto con el clero de San Cristóbal que
determina el temporal cierre de las iglesias, ocasiona el primer
enfrentamiento con Rangel Garbiras. Ya se empieza a hablar de
castrismo y de ciprianismo". (Velásquez,
1991, 58). Y Contreras Serrano, por su parte, añade: "De
esos dos años de Cipriano Castro como Gobernador
nacerá la división del liberalismo araujista o
liberalismo conservador del Táchira y la
consolidación del castrismo como nueva y ascendente
corriente personalista frente al rangelismo (.) Durante
este período 1885 – 1890, Cipriano Castro tuvo la
oportunidad de conocer y tratar ya en plan de hombre de
importancia política al general Juan Bautista Araujo y a
los numerosos generales y doctores caraqueños y orientales
que Guzmán Blanco enviaba constantemente a los Andes por
su desconfianza de los políticos y militares andinos (.)
amistades que van a convertirse en los primeros lazos
políticos que fuera del Táchira va a tener Castro
como nueva figura política de Los Andes, antes de llegar a
Caracas como diputado en 1890". (Contreras Serrano, 1997,
15).
En fin, Cipriano Castro ejerce con relativo éxito y
aceptación de la comunidad regional la Gobernación
del Táchira, siempre con la férrea oposición
de los rangelistas y de los liberales amarillos, amén de
una sojuzgada revolución de curas a raíz de una
venganza por mampuesto cuando uno de sus seguidores le
infligió en el mercado municipal
unos planazos a su pasado rival, el Presbítero
Cárdenas.
Sin embargo, la gestión
presidencial de Castro se caracteriza por el conflicto civil y
por la batalla militar. En efecto, variadas son las sucesivas y
crecientes insubordinaciones militares contra La
Restauración: tempranamente, al igual que el
Mocho Hernández, el General Antonio Paredes se
niega a entregar la fortaleza de Puerto Cabello al farsante
Benjamín Ruiz ahora Pablo Bolívar, desafiando al
propio Castro para que fuese a arrebatársela
personalmente; en octubre de 1900, Nicolás Rolando
proclama la autonomía de Guayana; en diciembre, Celestino
Peraza inicia una rebelión en los llanos; Pedro
Julián Acosta incita, por su parte, a la
insurrección en Oriente; Juan Pietri lo imita en Carabobo.
Allende las fronteras occidentales, el viejo aliado de Castro y
ahora ardiente opositor, Rangel Garbiras, invade desde Colombia
por el Táchira. Ante estas continuadas, inconexas y
aisladas rebeliones armadas, el Presidente Castro opone, por un
lado, una visión unitaria y de conjunto de la
acción militar de su gobierno, los encargados de
ejecutarla serán sus aliados, los oficiales restauradores
andinos, y primordialmente su compadre Juan Vicente Gómez,
y, por el otro, la inteligente estrategia de
concebir un nuevo y eficiente ejército nacional. Uno tras
otro de los insurrectos fue derrotado por el ejército de
la República para mayor gracia de Castro y de sus
generales, y, en especial, de su compadre Juan Vicente, El
Salvador del Salvador.
Pero no sólo fueron los sublevados militares los que
realizaron una feroz oposición a Castro. Inés
Quintero confirma:
"No obstante, progresivamente, nacionalistas y liberales
amarillos, escritores, políticos, prominentes hombres de
la ciencia y
de los negocios e
incluso empresas
extranjeras con intereses en Venezuela, confluyen en un
movimiento de carácter nacional cuyo objetivo es
desalojar a Cipriano Castro del poder. Se trata de la
Revolución Libertadora, principal movimiento de
oposición a Castro y episodio definitivo en la
liquidación de las luchas caudillistas en Venezuela".
(Quintero, 1991, 91).
En efecto, a la sublevación armada de nacionalistas y
amarillos se suman otros factores económicos y financieros
que, unidos a la ineficiencia oficial, conducen al país a
un profundo déficit fiscal que hace perentoria la
necesidad de que el gobierno recurra al financiamiento
de la banca privada. En
enero de 1900, Castro convoca al potentado General Manuel Antonio
Matos, propietario y director principal del Banco de Venezuela, a
una reunión en la que le solicita el concurso financiero
de la entidad bancaria para ayudar a cerrar la aguda brecha
fiscal. Ante la evasiva del banquero y en respuesta a su carta en
la que aconseja a Castro una fórmula de obtención
de fondos que no implique la participación de su banco ni
mayor violencia a la existente, los directores del Banco Caracas
y el presidente y secretario del Banco de Venezuela fueron
conducidos a prisión. En las temidas cárceles de la
Rotunda primero, en su aterrador "Tigrito" luego, Matos los
acompañará días después. Picón
Salas narra vividamente lo ocurrido con los banqueros y el
desenlace a corto y a mediano plazo:
"Y varios días después, entre dos hileras de
soldados, sacan a los banqueros del presidio y los hacen recorrer
a pie las populosas calles que median entre la prisión y
el Ferrocarril inglés.
Circulaba la noticia de que los mandarían a las
bóvedas de San Carlos, pero sólo se trataba de una
procesión bufa. Don Bernardo Lassére, Presidente de
la Junta Directiva del Banco de Venezuela, meditó bastante
en sus horas de presidio, y accedió a que la
Institución prestara al Gobierno el dinero
pedido. Ahora todos recobraban la libertad, y don Cipriano hace
una visita de cortesía a los Bancos como para borrar
cualquier agravio: En estas curiosas relaciones suyas con la
Economía Nacional en que pasará de
la violación al halago, tres años después,
dará una de las más lujosas fiestas de su gobierno
en homenaje a la directiva de los "Bancos de Venezuela y
Caracas". Serán los huéspedes, los prisioneros de
ayer". (Picón Salas, 1986, 105 y 106).
En el caso del acceso por los votos del Teniente Coronel Hugo
Chávez a la Primera Magistratura Nacional en 1999, y no
por una sublevación armada como la que planificó en
1992, la situación política, económica y
social de la Venezuela de las postrimerías del siglo XX
puede ser caracterizada a partir de los siguientes elementos:
oligarquización de la sociedad.
primacía de una visión salvífica de
corto plazo.burocratización y pérdida de vigencia – con
el consiguiente rechazo ciudadano – de los partidos
políticos tradicionales.corrupción, malversación de fondos e
ineficiencia de la gestión pública.apatía e indiferencia ciudadana ante el hecho
político.profundización de las desigualdades de ingreso de
la población, mayor pobreza y marginalidad.emergencia de personalidades y movimientos
políticos no convencionales interesados en sustituir
la partidocracia tradicional.importante disminución de los ingresos en divisas
provenientes de la exportación del petróleo y
sus derivados.
Ante esta crítica
y desoladora situación, en sus tiempos de candidato a la
Primera Magistratura, el hoy Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela, Teniente Coronel Hugo Chávez
Frías, proclamaba que: "el cambio no es
Chávez, la Revolución
Bolivariana es indetenible, es la fuerza de millones de
venezolanos que despiertan después de cuarenta años
de engaños y decepciones." A fin de promover un nuevo
hombre en una nueva sociedad, un nuevo contrato social,
acuñó el término de la Revolución
Bolivariana, pacífica y democrática, y
además bonita, para calificar la Edad de Oro en
la que entraría Venezuela bajo su mandato
presidencial.
Chávez y sus seguidores revivieron así el viejo
mito que
había estado guardado en el inconsciente del venezolano,
para transformarlo en un nuevo proyecto utópico que
otorgaría felicidad e igualdad para
todos, y muy especialmente, para los desposeídos, los
pobres, los marginales, excluidos de participar en la riqueza y
el bienestar colectivo por los representantes de un viejo
régimen corrupto e injusto.
Como veremos en su oportunidad, el Presidente Chávez,
al igual que el Presidente Castro, tampoco escapó a
múltiples conflictos
internos e internacionales.
Ambos mandatarios han sido tildados de concentrar el separado
poder público en el ejercicio de sus respectivas
presidencias, y de haber ejercido un Presidencialismo exacerbado,
un Hiper – presidencialismo. En Venezuela, el
Presidencialismo, es decir, el predominio del Poder
Ejecutivo – traducido en las amplias atribuciones otorgadas
al Presidente de la República sobre los otros poderes
públicos – ha sido una constante en nuestra historia
constitucional contemporánea; la Constitución
Bolivariana tampoco escapó de este signo.
Este exacerbado presidencialismo consagrado en la
Constitución de 1999, aunado a la excesiva
personalización del régimen político en la
figura del presidente Chávez permite apreciar el
carácter hiper-presidencialista de la Revolución
Bolivariana. Chávez sostiene, por un lado, que:
"entendamos que nosotros, los representantes del pueblo,
jamás, pero jamás de los jamases, podemos pretender
sustituir a la masa, al colectivo, al dueño, al soberano
que nos eligió, ellos son los dueños del poder, no
somos nosotros los dueños del poder. Esa es una
concepción básica de la Revolución
Bolivariana" (Discurso pronunciado en el acto de
juramentación ante la Asamblea Nacional Legislativa como
Presidente Electo para el período 2000-2006), sin
embargo, en entrevista realizada por Agustín Blanco
Muñoz, Chávez reconoce también que "por
aquí decirle caudillo a alguien es echarlo al basural de
la historia", así como que el mesianismo pareciera
inevitable, es algo que está allí, "el caso es
hacia dónde dirigirlo."
Enrique Bernardo Núñez, como si hubiese estado
describiendo a Chávez, anota en relación con
Castro, el caudillo del Siglo XX:
"Hay un nuevo amo (.) Ahora sus discursos, sus menores gestos
son aplaudidos. Dicta códigos, estatutos, nombra jueces,
recibe embajadas. Contesta a los jefes de Estado: <<Grande
y Buen amigo>>. Hacía falta el jefe (.) Cuando sale
a caballo le sigue una gran escolta. Viste blusa azul y
pantalón blanco".
Empero, más allá de los discursos y
declaraciones del Comandante Presidente, la realidad está
allí, evidente e indiscutible: la Revolución
Bolivariana es Chávez, el Gobierno es Chávez, el
MBR 2000 y el MVR fueron Chávez, el PSUV es Chávez,
y lo que es peor aún, Chávez cree ser, él
mismo, el pueblo, no su representante sino su encarnación
soberana: El Ungido refrendado y confirmado.
Otro tanto aconteció con Castro en la Presidencia de la
República, no le fue suficiente tomar el poder por las
armas, erigirse en Dictador, reformar la Constitución para
reelegirse, requirió intensamente ser legitimado, ser
querido por el pueblo una y otra vez, ser aclamado como El
Indispensable, El Insustituible. Mariano Picón Salas, con
su prosa exultante, refiere: "Pero dentro de la teatralidad
castrista está el hacerse rogar y volver al gobierno no
sólo por el pedido amoroso de Gómez, sino por el
unánime aplauso de los pueblos (.)" En la población
de La Victoria
"se perfecciona la gran farsa nacional de la
Aclamación, Castro retornará a Caracas entre palmas
y laureles, pero sólo después que una gran asamblea
plebiscitaria con representantes de todas las regiones del
país, le entregué los públicos acuerdos en
los que se le invita a encargarse del poder (.) Castro ya no es
"el siempre vencedor, el jamás vencido", el "Salvador de
la Patria", el "Restaurador", sino ahora también comienza
a llamarse "El aclamado de los pueblos" (.) Y ya – para que la
República respire después de tanta
expectación – Don Cipriano da la promesa de que el 5 de
julio estará de nuevo en el Capitolio. Después de
tanta tensión y comedia, la República puede exhalar
un enorme bostezo liberador." (Picón Salas, (1986, 255 y
256).
Uno y otro caudillo llegan pues a la Presidencia de la
República, y se proponen como tantos otros. retenerla,
declarándose irreemplazables, únicos, los
escogidos, como lo expresó Carlos Borges en su
momento para referirse a la necesidad de que Castro reasumiera la
Presidencia: "el sol no cree en
la noche".
A Bolívar
idolatramos
Más cuesta mantener el equilibrio de la
libertad
que soportar el peso de la tiranía.
Simón Bolívar
Uno de los rasgos distintivos de la utopía neopopulista
venezolana, de la Revolución Bolivariana, es su
carácter regresivo, la figura, el pensamiento, la obra
independentista, la hazaña libertadora de Simón
Bolívar es revivida por Chávez y sus seguidores
para calificar a su revolución como bolivariana. Para el
Presidente:
"los latinoamericanos no son ciegos, no son sordos
están analizando los procesos. Los
pueblos están evaluando. Neruda tenía razón,
visionario como era, inmenso como era, decía en su
Canto a Bolívar:
<<Yo conocí a Bolívar una
mañana largaen Madrid la boca del quinto regimientoPadre,
le dije, ¿eres o no eres quién eres?Y mirando el
Cuartel de Montaña dijo: "Despierto cada cien años,
cuando despierta pueblo" >>>
El Presidente Chávez convierte a Bolívar en la
inspiración y soporte del proceso revolucionario en
marcha. Recordemos lo afirmado por Chávez el 2 de febrero
de 1999, cuando tomó posesión de la Primera
Magistratura:
".Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su
mando convoca a la soberanía nacional para que ejerza su
voluntad absoluta. Por mil pueblos, por mil caminos, durante
miles de días recorriendo el país durante estos
últimos casi cinco años, yo repetí delante
de muchísimos venezolanos esta frase pronunciada por
nuestro Padre infinito, El Libertador. Ahora ¿por
qué esa frase? ¿De dónde viene esa frase?
¿Por qué Bolívar? no se trata de una
repetición meramente protocolar y rebuscada de cualquier
frase de Bolívar. No se trata de eso, de rebuscar frases y
traerlas aquí al Congreso de la República para
decirlas delante del país y del mundo. No. Se trata
más bien de darle razón a Pablo Neruda, ese
grande de nosotros, de los nuestros, cuando cantándole a
Bolívar dijo: "es que despierta cada cien años,
cuando despiertan los pueblos". Se trata de reconocerle
razón al grande de nosotros también que fue Miguel
Ángel Asturias cuando dijo cantándole a
Bolívar: los hombres como tu Libertador no mueren
Capitán, sino que cierran los ojos y se quedan velando; es
reconocerle razón al indio Chocaguanca. cuando le
cantó a Bolívar y le dijo: "tu gloria
crecerá con el tiempo como crece la sombra cuando el sol
declina". O es reconocerle razón a José Martí.
cuando dijo: "ahora es cuando Bolívar tiene que hacer en
América
todavía, porque lo que no hizo él está sin
hacer todavía".
En discurso
pronunciado el 19 de abril de 1999, Chávez no dejaba
ninguna duda sobre la fuerza inspiradora de la Revolución
Bolivariana:
"la ideología que yo he propuesto en estos
últimos años y creo que ha venido calando en el
pueblo, es la ideología bolivariana, un bolivarianismo
revolucionario, un bolivarianismo para este tiempo. La idea
bolivariana es la ideología primigenia del nacimiento de
las Repúblicas que nos precedieron. Esa idea,
acompañada por supuesto de otras muchas ideas y
planteamientos, pero Bolívar es el eje central de la
ideología venezolana y también de muchos pueblos
latinoamericanos."
Los políticos, escritores y pensadores venezolanos y
latinoamericanos no desconocen el valor, el
aporte de la obra y del pensamiento del Libertador Simón
Bolívar en la fundamentación de la venezolanidad.
Uslar Pietri, entre tantos otros, es uno de ellos:
"no voy a detenerme ante vosotros en el elogio de
Bolívar, que forma ya parte inseparable de lo más
alto y puro del patrimonio
común de gloria del género humano. Fue un gran
conductor de pueblos, un heroico capitán de la guerra, un
creador de rumbos, un decidor y revelador de las hondas verdades
yacentes bajo la fluida realidad histórica, y un sentidor,
casi poético y casi profético, de la
condición de su América. Su obra de pensador
político no es menor que sus realizaciones de guerrero y
estadista por las que seis naciones le proclaman como su
libertador. En los cuarenta y siete años de su vida humana
cupo más tarea creadora que en las de los héroes
clásicos, creó Estados pero también
creó filosofía política, dirigió
batallas para derrotar ejércitos, pero también supo
concebir la estrategia para luchar contra las imposiciones del
pasado y ganarle un futuro mejor. Tanto como la más
brillante de sus campañas militares vale su discurso de
Angostura que todavía hoy, a ciento cuarenta años
de distancia, es una de las interpretaciones más
penetrantes de la difícil y confusa realidad
histórica del mundo hispanoamericano. Si ese mismo mundo
hispanoamericano tuviera que escoger en su historia un solo
personero para representarlo en toda su amplitud, en toda su
complejidad, en toda su combativa variedad, no podría
escoger, entre sus grandes hombres, a otro más calificado
que Bolívar." (Discurso pronunciado en Washington en
ocasión de la inauguración de la estatua del
Libertador el 27 de Febrero de 1959)
Sin embargo, el culto exacerbado al Libertador que propone la
Revolución Bolivariana, la divinización, la
superposición de Bolívar por encima de todos los
demás mortales, como bien lo expresa el historiador Pino
Iturrieta en su articulo La Tropelía de la
República Bolivariana en Venezuela Analítica
:
".sólo en el caso de un profeta como Mahoma, o de un
legislador como Moisés, quienes se anuncian como voceros
de la divinidad y quienes son recibidos como tales por sus
destinatarios, puede pensarse en la alternativa de un mensaje
susceptible de traspasar la barrera del tiempo para determinar la
vida de las generaciones posteriores. De ellos manan
disposiciones generales y pautas permanentes de origen divino,
esto es, lo contrario de las ideas y de las acciones de un
personaje histórico que sólo pretende, porque
simplemente no puede pretender otra cosa, la atención de
los problemas del
entorno en el cual se desenvuelve… debido a que no estamos
frente a Bolívar uno y único enfrentado a su
realidad, sino ante muchos Bolívar en la lucha por el
poder y la sobre vivencia.Son muchas las respuestas que tal vez
los constituyentes y el primer magistrado no ofrezcan, debido a
que niegan la existencia del grande hombre al limitarse a
considerarlo como un semidiós."
Con agudo criterio Krauze, por su parte, aclara y precisa:
"Oficial, popular, inducido, neoclásico,
romántico, positivista, nacionalista, internacionalista,
militar, civil, religioso, mítico, providencialista,
patriotero, venezolano, andino, iberoamericano, panamericano,
universal, el culto a Bolívar se volvió el lazo
común de los venezolanos, la liturgia de la Santa Escritura (.)
Aunque Hugo Chávez era un oficiante de esa misma mitología, lo era no de un modo ceremonial
o académico sino teatral. Pero el teatro no era de
mentiras sino de verdad. Al salir de prisión, y con la
certeza íntima de convertirse en presidente, se propuso lo
que muchos gobernantes y caudillos: usar la figura del
héroe para propios fines políticos. Su piadosa
sacralización idolátrica era, en el fondo,
maquiavélica. La admiración por Bolívar era
genuina, pero la adopción
del mito fue fría y cerebral." (Krauze, 2008, 173 y
174).
En efecto, el propio Chávez confirma que:
"en medio de esa angustia que muchos tenemos en este instante,
no se trata de buscar a ese Bolívar hombre. Porque eso es
cuestión de interpretaciones, Yo mismo estoy escribiendo
un libro sobre Bolívar. Y he leído algunos libros
sobre el Bolívar de carne y hueso, el Bolívar de
Madariaga, y todas esas cosas. Pero más allá de
todo eso, desde nuestro punto de vista, estamos intentando
rescatar algo o alguien que representa un sesgo de realidad
nacional". (Blanco Muñoz, 1998,99).
Castro, como tantos otros prohombres de la República,
no escapó tampoco a la tentación de emular las
acciones heroicas de Bolívar. Enrique Bernardo
Núñez lo narra con realismo en
medio de la ficción:
"Había conocido a los hombres que manejaban los
negocios y la política desde las mesas de juego de los
"clubs" y en las cantinas. Sabía que sólo eran
amigos de sí mismo, amigos del cohecho y del
regodeo, sin ideal alguno. Lo habían visto con
desdén y se habían burlado de él, de su
manera de hablar, de sus discursos, atrabiliarios.
¿Qué podía representar aquel hombrecito
cetrino, de barba salvaje, mal calzado con botines de cordillera
y con vestidos que ellos no hubieran querido ni para sus
sirvientes? De tarde, en la plaza, contemplaba la estatua de
Bolívar. ¿Por qué no? ¿Por qué
no?, pensaba (.) Uno de los hechos que más le
atraían era esa llamada campaña
<<admirable>>, en la cual Bolívar, con muy
poca gente, había atravesado el país desde
Cúcuta, por aquellos pasos que le eran familiares, hasta
caer sobre Caracas". (Núñez, 1991, 27 y 28).
Y el Cabito logró hacer realidad su
adolescente sueño bolivariano, con cincuenta y ocho
correligionarios, más su compadre Gómez y él
mismo sumaron los escasos sesenta hombres que, a caballo,
emprendieron desde Cúcuta la nueva "campaña
admirable" para hacer triunfar a la Revolución Liberal
Restauradora y llegar a Caracas para alzarse con el poder.
Cipriano Castro arribó a la capital de la República
y emulando a Bolívar se proclamó: General en Jefe
de los Ejércitos de la República; Jefe Supremo de
la Revolución Liberal Restauradora y Encargado de la
Presidencia de la República.
Para que no quede duda acerca de la cumplida fantasía
bolivariana de Castro, de su propia y triunfante Campaña
Admirable, en carta del 25 de octubre de 1899, la alta sociedad
caraqueña: sus comerciantes, intelectuales,
banqueros, científicos e industriales, le señalan:
"Llegáis al Capitolio por el glorioso derrotero que en
1813 siguió la libertad en pos de Bolívar el
grande".
A los curas
detestamos
– Sancho hijo, guía al palacio de
Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos
despierta.— ¿A qué palacio tengo de guiar,
cuerpo del sol —respondió Sancho—, que en el
que yo vi a su grandeza no era sino casa muy
pequeña?—Debía de estar retirada entonces
—respondió don
Quijote— en algún pequeño apartamiento de
su alcázar, solazándose a solas con sus doncellas,
como es uso y costumbre de las altas señoras y princesas.
(.) Guió don Quijote, y habiendo andado como docientos
pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una
gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era
alcázar, sino la iglesia
principal del pueblo. Y dijo:—Con la iglesia hemos dado,
Sancho.
Miguel de Cervantes y
Saavedra
Tanto Castro como Chávez tuvieron temprana
cercanía con los curas y la religión
católica; el primero realizó estudios en el
Seminario de Pamplona, el segundo sirvió de monaguillo en
su natal Sabaneta, ambos tuvieron en su adolescencia
inclinaciones sacerdotales al decir de biógrafos y
allegados. Sin embargo, circunstancias personales y familiares,
conveniencias políticas o posiciones ideológicas,
según el caso y los personajes, los llevaron a toparse con
la Iglesia, sus clérigos y autoridades.
En lo concerniente a Castro, recordemos que sufrió
cárcel por haber atentado contra la seguridad
física del Presbítero Cárdenas y de su
familia cuando salió en defensa del honor de una de sus
hermanas, mancillado por un familiar del sacerdote. García
Ponce nos refiere los hechos:
"Como es típico de los galanteadores. Cipriano era muy
buen protector de sus hermanas: Y lo demostró cuando su
hermana Florinda entabló amores con Juan Alberto
Cárdenas. Sucedió que Juan Alberto
preñó a Florinda durante el noviazgo, razón
por la cual la familia Castro emplazó al novio a casarse
cuanto antes. El sacerdote se opone, a causa de una
obligación pendiente entre los hermanos en relación
con el futuro reparto de una herencia, pero es
tanta la insistencia de los Castro que al fin el novio Juan
Alberto acepta el matrimonio. El
día de la boda, para sorpresa de todos, el novio no se
presenta, y aduce una enfermedad como excusa. Cipriano se entera
que es mentira y de que
Juan Alberto está escondido en la casa del sacerdote. Se
dirige allí, pero en el camino se atraviesa otro hermano
Cárdenas. Pedro Pablo, y Cipriano lo hiere con un tiro de
revólver. Es detenido y llevado a la cárcel.".
(García Ponce, 2006, 18 y 19).
Años después de la cárcel, del exilio,
del primer alzamiento y del nombramiento de Castro como
Gobernador de la Sección Táchira, un hecho en el
que ve envuelto nuevamente el Presbítero Cárdenas
vuelve a incidir en la vida – esta vez política
– de Castro. Uno de sus seguidores, Marcos Ángulo,
atropelló y golpeó con arma blanca al
Presbítero Cárdenas en el Mercado de San
Cristóbal, circunstancia que avivó la ira del
Párroco de San Sebastián y Vicario de San
Cristóbal, José Concepción Acevedo, quien
ordenó la clausura de todos los templos de la ciudad en
respuesta a la agresión sufrida por su correligionario.
Asimismo, el insurrecto prelado le quitó los badajos a las
campanas, consumió las especies consagradas dejando en el
desamparo a los otros curas de la Vicaría, reclutó
al Padre Gabriel Gómez para la rebelión y
partió a Maracaibo por considerar que el clero no
tenía garantías en el Táchira para ejercer
su alta misión.
Este hecho, nimio en sus orígenes, concitó, sin
embargo, el interés de las más altas instancias
gubernamentales y eclesiásticas, motivó tanto
airadas protestas por parte de los feligreses que apoyaban a los
curas como solidarios manifiestos a favor del Gobernador Castro.
Finalmente, el asunto fue zanjado con la pronta
intervención de Pérez Limardo, Provisor del
Obispado, quien el 25 de mayo le escribe al Vicario de Tovar
informándole que los sacerdotes rebeldes Acevedo y
Gómez están en su casa, ordenándole
además que "los curas del Táchira que estén
por ahí, que retornen inmediatamente a sus parroquias, a
tranquilizar la calma con el mejor cumplimiento de sus deberes
ministeriales". Como vemos Castro, el Gobernador, se topó
muy de frente con la Iglesia.
Como quien se topa dos y más veces con el mismo
pedrusco en el camino de su propia gloria, Castro volvió a
enfrentar a la Piedra que era Cristo. Esta vez fue en
plena campaña restauradora. De nuevo dejemos a
García Ponce narrar los hechos y su desenlace:
"Sucedió durante el mes de julio de 1899, cuando la
ofensiva castrista se encontraba un tanto empantanada, no
había caído San Cristóbal (.) Surge entonces
la idea de intentar un cese de hostilidades. El padre
Jesús María Jáuregui Moreno (1848 –
1905) se ofrece para servir de intermediario entre el jefe
oficial, Antonio Fernández y Castro. Éste ha
convenido, en conversación con el sacerdote, en que acepta
un armisticio, mientras Jáuregui y un delegado que
él nombre viajen al Centro y sondeen algún arreglo,
pero que en todo caso, si en verdad no hay ningún
movimiento en su respaldo en el resto del país, él
accedería a concertar un tratado que pusiera fin a las
hostilidades. Jáuregui al parecer, en camino hacia el
campamento de Antonio Fernández, le comunica a Castro que
ve como inútil esa comisión y lo que se impone es
aceptar ya el cese de las hostilidades. Castro estalla y cubre de
improperios a Jáuregui, lo llama espía, traidor,
abogado del gobierno, le argumenta que era apenas un mediador sin
opinión y que ahora se presentaba como si fuera el jefe
del ejército enemigo (.) Pasado el tiempo, el 13 de julio
de 1900, se descubre en Maracaibo un conato revolucionario de
tendencia mochista y a Monseñor Jáuregui se le
lleva a prisión, acusado de ser uno de los conspiradores.
Es encerrado en al Castillo de San Carlos, y en agosto se le
expulsa del país. A Roma llega el 19
de diciembre. Sigue su labor cristiana, ejerce cargos de la
jerarquía católica en México, Paris y Roma,
escribe e ingresa en el Convento de los Carmelitas Descalzos de
Monte Carmelo. Más nunca volverá a Venezuela,
porque muere en el destierro, el 6 de mayo de 1905".
(García Ponce, 2006, 39 y 40).
El próximo conflicto de Castro con la Iglesia
Católica tiene que ver con sus políticas
gubernamentales favorables al divorcio y con
una concepción cada vez más laica de la educación y
evolucionista de la ciencia. En
relación con el patrocinio del divorcio civil por Castro,
Rodrigo Conde señala:
"La ley del divorcio
fue la continuación de las reformas de la
legislación civil iniciadas por Guzmán Blanco en
1893. Si éste al establecer el matrimonio civil no se
atrevió con el divorcio, Cipriano Castro lo hará,
precisamente para demostrar que su poder era más fuerte
que el de la Iglesia. Al haber eliminado toda oposición
interna, cuya última escaramuza fue la batalla en Ciudad
Bolívar en 1903, Cipriano Castro se siente con suficientes
fuerzas para establecer una serie de cambios en las leyes, entre
los cuales está la reforma constitucional y la del
Código
Civil. El Gobierno pensaba que convenía al progreso
social de Venezuela continuar con la reforma de la
legislación y establecer la ley de divorcio, a ejemplo de
algunos países europeos y siguiendo la influencia de las
ideas positivistas. Las discusiones fueron muy pocas y el 28 de
marzo de 1904 fue aprobada dicha ley por el Congreso Nacional. El
presidente Castro la ratificó el 9 de abril del mismo
año". (Conde, 2005, 121).
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